HA LLEGADO EL OTOÑO
En un par de días está aquí. Ya ha llegado el otoño.
Cierto es que la temperatura aún no ha cedido a la citada estación, pero ya muy pronto lo hará. Así como comenzarán a amarillear los campos, empezarán a batir los vientos y la luz irá dejando paso a la oscuridad.
Ha llegado el otoño y comienza su andadura en el llamado equinoccio. Este, hace referencia a la fecha en la cual se equipara la duración del día y de la noche y que, supuestamente, se debe a la incidencia perpendicular de los rayos del sol con respecto a nuestro eje de rotación.
Temporada de recogida de cosechas y migraciones de aves, la estación otoñal prepara a la naturaleza al completo para combatir y subsistir a los rigores del invierno. Estación transicional y símbolo del inicio del ocaso.
EL OTOÑO EN NOSOTROS
Lo más curioso de la citada estación es ver cómo nos afectan las particularidades de la misma.
No sé si será por esa paleta de colores tan distintiva de ocres, amarillos, marrones, rojos y violetas. Desconozco si es por la progresiva disminución de horas de luz. No puedo saber si se trata por la constante bajada de temperaturas o por ser el otoño el encargado de anunciarnos el frío y el recogimiento; pero lo cierto es que nos afecta.
Ha llegado el otoño y nos produce melancolía y tristeza. Nos deprime y nos resta motivación. Hace decaer nuestra energía. Nos somete a ciertos grados de pereza y apatía. Nos rebaja el nivel anímico. Por supuesto, para gustos, colores; o estaciones en este caso. Muchas personas valoran y celebran esa calma, sosiego y reflexión interna que estas fechas les otorgan.
Quizás, como dicen los supuestos expertos, estos cambios en nuestro estado de ánimo se deban al aumento de melatonina y al descenso de serotonina que implica la reducción de horas de luz. No lo sé. Pero ha llegado el otoño y para muchos es el principio del fin de la fiesta.
Para nosotros y como dijo aquél con marcado acento holandés: “Siempre positivo, nunca negativo”. ¿O era al revés?…